Ana María Sanchis
¿Cómo puedo yo,
dudar de tu existencia
o cuestionar tus orígenes
divinos?
Si en cada instante que
transcurre, Señor mío,
hay un milagro brillando
en mi camino.
Si tan sólo, como puedo
disfrutar,
al escuchar de los pájaros
sus trinos,
al embriagarme del sol con su tibieza,
al mirar el verde intenso
de los pinos.
Al percibir, eterna la
danza de los mares...
Y al deleitarme, con las
risas de los niños.
Cómo puedo yo dudar de tu
existencia, mi Señor,
si en cada día amanecido,
la percibo.
Si son sólo tus ángeles,
la calma
al punzar de mis dolores
más antiguos.
Si es tan sólo, la fuerza
de Tu Mano,
quien me sostiene, si
caigo en el abismo.
Y es inmersa en Tu Luz,
vertiente de energía,
que profundizo, la esencia
de los siglos.
Por eso, dime Tú, ¿cómo yo
puedo?...
¡Dudar de tu existencia,
Señor mío!
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o cuestionar tus orígenes
divinos?
Si en cada instante que
transcurre, Señor mío,
hay un milagro brillando
en mi camino.
Si tan sólo, como puedo
disfrutar,
al escuchar de los pájaros
sus trinos,
al embriagarme del sol con su tibieza,
al mirar el verde intenso
de los pinos.
Al percibir, eterna la
danza de los mares...
Y al deleitarme, con las
risas de los niños.
Cómo puedo yo dudar de tu
existencia, mi Señor,
si en cada día amanecido,
la percibo.
Si son sólo tus ángeles,
la calma
al punzar de mis dolores
más antiguos.
Si es tan sólo, la fuerza
de Tu Mano,
quien me sostiene, si
caigo en el abismo.
Y es inmersa en Tu Luz,
vertiente de energía,
que profundizo, la esencia
de los siglos.
Por eso, dime Tú, ¿cómo yo
puedo?...
¡Dudar de tu existencia,
Señor mío!
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